sábado, 19 de marzo de 2011

Madrid

Hoy he salido a pasear por las calles de Madrid, olvidando todos los recuerdos en cada esquina. Me he perdido entre los andenes y mi mente vaga solitaria por las miradas de la gente. Ando sin rumbo calle tras calle, tres tras tren sin encontrar una dirección. Me detengo por un instante, a lo lejos se escucha una hermosa melodía. Me invaden las notas e intento buscar su procedencia. Mi oído nunca fue muy bueno, pero consigo encontrar el lugar exacto. Levantó la vista al frente y mi corazón se acelera precipitadamente, siento el vértigo de cada semicorchea oprimiéndome golpe tras golpe el corazón. No puede ser, me digo a mi misma, es ella, está ahí en una esquina, deslizando sus pequeños dedos por las cuerdas del complicado violín. Intento acercarme un poco más sin que se de cuenta. Es hermosa tal y como la recordaba. Entonces, en un pequeño despiste, ella se da cuenta de mi presencia y el violín deja de sonar. Siento su mirada penetrante, de esas miradas que desnudan tu alma, como la primera vez que nos encontramos en el camino. Metió el violín cuidadosamente en la pequeña funda negra, recogió el atril, las partituras y se atrevió a lanzarme un gesto como si quisiera que me acercase a ella. Mi cuerpo estaba paralizado y en mi mente seguía clavada esa mirada. No podía moverme, mis piernas temblaban cada vez más y ni siquiera sabía su nombre. De repente escuché su voz, estaba dirigiéndose a mi, me quedé fascinada, tenía una voz dulce casi como las notas que salían de su violín.
Me dijo: - Hola he visto como me mirabas, ¿ nos conocemos ? Yo seguía sin dar crédito a lo ocurrido y ella insistió. ¿ Te ocurre algo ? En mi mente pasaban las imágenes de la primera vez que la . Era una tarde de verano, me dirigía a la plaza de callao. Ella estaba sentada esperando en el andén, mientras leía un libro de Kafka. Levanté la vista y me atreví a pronunciar mis primeras palabras. - No, no nos conocemos.
-¿ Entonces por qué me miras con esa cara de asombro ? No sabía que contestarle, tenía tantas ganas como miedo. - Ni si quiera lo sé, iba paseando hasta que escuché las notas de tu violín y sin pensarlo me puse de camino a buscar esa preciosa melodía, pero te he mentido, yo si que te conozco.- Ella sorprendida preguntó:- ¿ Ah si ? No recuerdo conocerte.
A lo que yo respondí.- Sí, siempre has existido, en mis sueños.

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